Sabía usted que hasta los años setenta el Periodismo chileno se ganó un bien merecido respeto. Sí, ¡respeto!. Un sinónimo de admiración, consideración, estimación, etc. etc. etc. ¿Suena raro, no?. Y eso no es todo. Más insólitas aún le podrán parecer las palabras de un ducho que, en cierta ocasión, se arriesgó a decir que nuestro Periodismo era robusto y agudo. Que su fuerte –como correspondía al estado del arte– la prensa escrita, contaba con plumas vigorosas y a veces apasionadas, pero habitualmente responsables y creíbles. Que cumplía un rol fundamental en el quehacer del país, que construía la historia del día a día en Chile.
Es la sentida añoranza que hoy un avezado Abraham Santibáñez hace de sus años mozos. Nostalgia experimentada por él y por cuantos nos dedicamos al Periodismo. Cuando la juventud ya no es característica en Abraham, el respeto no es propio de la profesión de periodista. Curiosidad aparte lo que el paso del tiempo ha provocado en Santibáñez, cabe preguntarse que hicieron los años en el Periodismo.
Si le dijese que en los renglones colindantes encontrará una explicación del rol fundamental que cumple el ejercicio del Periodismo en el Chile que usted conoce, lo más probable, es que me acuse de charlatán. ¿Un rol indispensable la prensa? Acaso, ¿pueden tener alguna importancia los periódicos, la televisión o la radio? Lo sé, desde el balcón, los periodistas nos vemos como meros bufones, individuos triviales que por alguna razón desconocida se dedican a formular, redactar y propagar sandeces.
Entonces, ¿Por qué ha de detenerse a leer las palabras de un novel periodista? A simple vista, un inexperto condiscípulo de los otros. Pues bien, le pido un voto de confianza… Usted, no me juzgue a priori, que yo le prometo no hablar de Brujas ni de Machos, no mencionar a la Bolocco ni a la Salazar, e intentar, con mayor o menor acierto, explicarle porque los ciudadanos necesitan del Periodismo para vivir libremente en sociedad.
Alguna vez, ha escuchado hablar del colega Galeano. Sé que Eduardo no es tan afamado como el cosmopolita Jay Leno o tan dicharachero como nuestro criollo Julio César Rodríguez. Sin embargo, en cierta ocasión, él discurrió una de las razones por las cuales hoy tomo su tiempo, "la impunidad es hija de la mala memoria. La memoria del poder no recuerda: bendice. Ella justifica la perpetuación del privilegio por derecho de herencia, otorga impunidad a los crímenes de los que mandan y proporciona coartadas a su discurso, que miente con admirable sinceridad. La memoria de pocos se impone como memoria de todos".
He ahí, uno de los motivos por los cuales el Periodismo es inherente a la sociedad. Es patrimonio. Es legado. Es retrato vivo. La prensa ha de ser un ente combativo frente a la impunidad, porque una sociedad que se niega a escuchar su historia cae en la penitencia de repetirla. Por vastos años que se obstaculice, falsee o niegue la historia, ella siempre ha de buscar la luz. Ahora bien, espero me permita continuar.
Percátese que hasta aquí, no ha sido tema: los ratings, las lolas (Ni la rusa Melnick, ni menos las de Coté López) o los amoríos de algún galancete futbolero-novelesco. Y no lo serán. Pues en esta hoja, el Periodismo es concebido como necesidad social y no como mercancía. Un artículo periodístico no es semejante a una cajita feliz, sino es un derecho social de los pueblos a adquirir una mirada de la realidad, como también a expresarse libremente. Usted ha de suponer que en mí habla la credulidad.
¡Es que no todo está perdido!. De aquí en más, la discusión periodística no está en torno a cómo ordenar seis doble uves con la basura que día a día nos entrega la caja maldita. No ha de verse escuetamente al Periodismo como una serie de técnicas narrativas, pues éste adquiere su legítimo sentido no desde la pirámide invertida, sino desde una dimensión sociocultural e histórica. No refleja la realidad, sino que contribuye a edificarla.
Ha de pensar que… ¿Sigue ahí? … Disculpe si mis palabras le han de parecer poco realistas, quiméricas, fantásticas u ilusorias. Pero, arriesgándome a dilapidar lo que he conseguido hasta ahora, un poco de la bendita credibilidad, le narraré algo que hoy casi parece imposible. "Santiago posee una obra hecha por la naturaleza y el arte. Sabe de todo y anda al galope. Hace libros y frases, nouvelles á la main. Su prensa es numerosa y sus periodistas son pujantes, firmes en la polémica, peligrosos en las luchas. Santiago ha sido heroica y vibrante en tiempos de conmociones. Es ciudad que nunca será tomada".
Es Rubén Darío, periodista y genio poético, quien describía a Santiago y a nuestra prensa en los albores del mil novecientos. Sabe, más que realizar una sentida añoranza como la de Santibáñez, le propongo una alentadora esperanza… Si en cien años llegamos hasta aquí, quien nos impide que en los próximos cien años nuestra prensa vuelva ser lo que fue… Porque, al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.
Es la sentida añoranza que hoy un avezado Abraham Santibáñez hace de sus años mozos. Nostalgia experimentada por él y por cuantos nos dedicamos al Periodismo. Cuando la juventud ya no es característica en Abraham, el respeto no es propio de la profesión de periodista. Curiosidad aparte lo que el paso del tiempo ha provocado en Santibáñez, cabe preguntarse que hicieron los años en el Periodismo.
Si le dijese que en los renglones colindantes encontrará una explicación del rol fundamental que cumple el ejercicio del Periodismo en el Chile que usted conoce, lo más probable, es que me acuse de charlatán. ¿Un rol indispensable la prensa? Acaso, ¿pueden tener alguna importancia los periódicos, la televisión o la radio? Lo sé, desde el balcón, los periodistas nos vemos como meros bufones, individuos triviales que por alguna razón desconocida se dedican a formular, redactar y propagar sandeces.
Entonces, ¿Por qué ha de detenerse a leer las palabras de un novel periodista? A simple vista, un inexperto condiscípulo de los otros. Pues bien, le pido un voto de confianza… Usted, no me juzgue a priori, que yo le prometo no hablar de Brujas ni de Machos, no mencionar a la Bolocco ni a la Salazar, e intentar, con mayor o menor acierto, explicarle porque los ciudadanos necesitan del Periodismo para vivir libremente en sociedad.
Alguna vez, ha escuchado hablar del colega Galeano. Sé que Eduardo no es tan afamado como el cosmopolita Jay Leno o tan dicharachero como nuestro criollo Julio César Rodríguez. Sin embargo, en cierta ocasión, él discurrió una de las razones por las cuales hoy tomo su tiempo, "la impunidad es hija de la mala memoria. La memoria del poder no recuerda: bendice. Ella justifica la perpetuación del privilegio por derecho de herencia, otorga impunidad a los crímenes de los que mandan y proporciona coartadas a su discurso, que miente con admirable sinceridad. La memoria de pocos se impone como memoria de todos".
He ahí, uno de los motivos por los cuales el Periodismo es inherente a la sociedad. Es patrimonio. Es legado. Es retrato vivo. La prensa ha de ser un ente combativo frente a la impunidad, porque una sociedad que se niega a escuchar su historia cae en la penitencia de repetirla. Por vastos años que se obstaculice, falsee o niegue la historia, ella siempre ha de buscar la luz. Ahora bien, espero me permita continuar.
Percátese que hasta aquí, no ha sido tema: los ratings, las lolas (Ni la rusa Melnick, ni menos las de Coté López) o los amoríos de algún galancete futbolero-novelesco. Y no lo serán. Pues en esta hoja, el Periodismo es concebido como necesidad social y no como mercancía. Un artículo periodístico no es semejante a una cajita feliz, sino es un derecho social de los pueblos a adquirir una mirada de la realidad, como también a expresarse libremente. Usted ha de suponer que en mí habla la credulidad.
¡Es que no todo está perdido!. De aquí en más, la discusión periodística no está en torno a cómo ordenar seis doble uves con la basura que día a día nos entrega la caja maldita. No ha de verse escuetamente al Periodismo como una serie de técnicas narrativas, pues éste adquiere su legítimo sentido no desde la pirámide invertida, sino desde una dimensión sociocultural e histórica. No refleja la realidad, sino que contribuye a edificarla.
Ha de pensar que… ¿Sigue ahí? … Disculpe si mis palabras le han de parecer poco realistas, quiméricas, fantásticas u ilusorias. Pero, arriesgándome a dilapidar lo que he conseguido hasta ahora, un poco de la bendita credibilidad, le narraré algo que hoy casi parece imposible. "Santiago posee una obra hecha por la naturaleza y el arte. Sabe de todo y anda al galope. Hace libros y frases, nouvelles á la main. Su prensa es numerosa y sus periodistas son pujantes, firmes en la polémica, peligrosos en las luchas. Santiago ha sido heroica y vibrante en tiempos de conmociones. Es ciudad que nunca será tomada".
Es Rubén Darío, periodista y genio poético, quien describía a Santiago y a nuestra prensa en los albores del mil novecientos. Sabe, más que realizar una sentida añoranza como la de Santibáñez, le propongo una alentadora esperanza… Si en cien años llegamos hasta aquí, quien nos impide que en los próximos cien años nuestra prensa vuelva ser lo que fue… Porque, al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.