Criticar la obra de Galeano sería necia altanería.
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Hacer de estas líneas un soporífero sería bastante fácil. Al hablar de Galeano, podría llenar la hoja con los típicos lugares comunes de aquellos puristas seudo–intelectuales que continuamente desgarran sus vestiduras para opinar del fútbol y sus devotos. Sería sencillo perseguir rebuscadas maneras verbales para señalar "lo placentero que es desenvolverse en el romanticismo de un añejo marxista que, a través de su calidad narrativa, entrega un riguroso y conmovedor relato acerca del fútbol y sus personajes". ¡Sólo basura!.
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Y es que a más de alguno le llenaría de orgullo entonar que "El fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano es una lectura obligada para quienes desean introducirse al conocimiento del deporte rey". Asimismo, le fascinaría maniatar los modos y los dichos de aquellos pedantes que, con ese altivo descaro que les otorga el conocimiento, en esas trasnochadas tertulias de café y galletitas, se atreven a decir que el fútbol es tal y cual cosa… Y bla, bla, bla… ¡Pura mierda!. Ojalá, alguna vez hayan estado parados a cinco metros de una cancha o sentados al sol en un maltratado y áspero tablón.
Y es que a más de alguno le llenaría de orgullo entonar que "El fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano es una lectura obligada para quienes desean introducirse al conocimiento del deporte rey". Asimismo, le fascinaría maniatar los modos y los dichos de aquellos pedantes que, con ese altivo descaro que les otorga el conocimiento, en esas trasnochadas tertulias de café y galletitas, se atreven a decir que el fútbol es tal y cual cosa… Y bla, bla, bla… ¡Pura mierda!. Ojalá, alguna vez hayan estado parados a cinco metros de una cancha o sentados al sol en un maltratado y áspero tablón.
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Por ahora, lejana a mí esa vanidad de los estilistas, creo que sería una tontería que un novel aprendiz de periodista se alzará arrogante a analizar la obra de Galeano o a hacer un manifiesto sobre el fútbol. En los renglones colindantes, hay bastante poco de teoría, efemérides o citas célebres de autor. Si se busca una enciclopedia literaria–futbolística, siendo sincero, acá no está. Sin embargo, hay mucho de un cabro jugo de pelota que espera reseñar, con algo de cordura, porqué el libro de Galeano lo dejó, como dicen las viejas siúticas, marcando ocupado.
Por ahora, lejana a mí esa vanidad de los estilistas, creo que sería una tontería que un novel aprendiz de periodista se alzará arrogante a analizar la obra de Galeano o a hacer un manifiesto sobre el fútbol. En los renglones colindantes, hay bastante poco de teoría, efemérides o citas célebres de autor. Si se busca una enciclopedia literaria–futbolística, siendo sincero, acá no está. Sin embargo, hay mucho de un cabro jugo de pelota que espera reseñar, con algo de cordura, porqué el libro de Galeano lo dejó, como dicen las viejas siúticas, marcando ocupado.
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Galeano logra reivindicar al fútbol como arte, como expresión estética, como fuente de rebelión contra lo establecido. Consigue retratar a quienes desde la marginalidad de la cancha de tierra, el amor por la camiseta, el tiro con chanfle y la magia de la finta hacen del juego algo más que veintidós hombres corriendo desaforadamente tras un balón.
Galeano logra reivindicar al fútbol como arte, como expresión estética, como fuente de rebelión contra lo establecido. Consigue retratar a quienes desde la marginalidad de la cancha de tierra, el amor por la camiseta, el tiro con chanfle y la magia de la finta hacen del juego algo más que veintidós hombres corriendo desaforadamente tras un balón.
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Resulta alucinante el llamado que hace Galeano a no olvidarnos de los verdaderos dueños del balón. No se entrega a aquellos que, con saco y corbata, manejan al juego como una divisa. Con su pluma rescata a los desheredados que con la pelota de trapo o con el balón roto, sobre una cancha de tierra, a veces improvisada con líneas imaginarias, labraron una esperanza en cada partido y en cada gol.
Resulta alucinante el llamado que hace Galeano a no olvidarnos de los verdaderos dueños del balón. No se entrega a aquellos que, con saco y corbata, manejan al juego como una divisa. Con su pluma rescata a los desheredados que con la pelota de trapo o con el balón roto, sobre una cancha de tierra, a veces improvisada con líneas imaginarias, labraron una esperanza en cada partido y en cada gol.
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En El fútbol a sol y sombra, Eduardo Galeano propone la esencia de un juego que es mito y quimera dominical.
En El fútbol a sol y sombra, Eduardo Galeano propone la esencia de un juego que es mito y quimera dominical.